Las personas tenemos un carácter o personalidad que nos hemos forjado por las diferentes experiencias de la vida, el cual también forma parte de nuestra identidad personal como gestores de proyectos. Hay un rasgo del carácter que afecta a nuestro día a día, e influye directamente sobre las decisiones que tomamos, se trata de la visión del vaso medio lleno o medio vacío.
Ante una situación mostramos un carácter optimista o pesimista.
A mi modo de ver la lectura correcta, es determinar cual es la capacidad del vaso y contraponerlo con nuestro objetivo inicial, y de ese modo dar una valoración de la situación. El problema que tiene esto es que las valoraciones objetivas, sino dicen lo que nos gustaría, son para todos difíciles de encajar.
En mi opinión existe un síndrome en la Dirección de Proyectos, que llamaría el de "La marmita de optimismo", que da un paralelismo entre cuando Obelix se cayo en la Marmita de Poción Mágica y conservó su fuerza toda la vida.. mientras que el pobre Asterix tenía que racionar su poción en una pequeña cantimplora.
En un proyecto existe un peligro el "Jefe de Proyecto Obelix" que todo cree que se va a solucionar, y nunca ve peligros en los plazos, los costes o la calidad, y aunque todo se va desmoronando.. nunca pierde esa visión optimista, que además gusta. Su gramática suele ser... " en realidad son problemas menores" , " .. vamos a recuperar todo lo perdido en la próxima versión" "... nos queda nada para entregar" . Por lo general a sus responsables siempre les ha transmitido que todo va bien y al cliente nunca le ha exigido ningún tipo de compromiso.
En contraposición esta el "Jefe de Proyecto Asterix", es prudente, analítico, transmite con claridad la situación del cliente, y de vez en cuando le da un sorbo a la cantimplora de optimismo y mantiene en alza la motivación del equipo y al cliente contento..
En resumen, el optimismo con moderación, es una arma muy poderosa... en exceso nos nubla la vista y nos hace perder la verticalidad.